A nivel general, el proceso de lacado en polvo se compone de 3 partes: Limpieza, aplicación de polvo y secado al horno.

Este proceso se lleva a cabo en nuestra cadena de 140 metros lineales y diferentes estaciones de trabajo.

Para realizar los trabajos de lacado, primero realizamos un diagnóstico visual de las piezas. En ocasiones, realizamos una limpieza adicional manual previa al proceso continuo sobre las piezas para eliminar los restos o excesos de suciedad, grasa u óxido de las piezas a trabajar, evitando que algún exceso importante no sea retirado antes de la aplicación de la pintura.

Tras la preparación, se realiza un lavado mecánico mediante un túnel de lavado de tres etapas que consiste en desengrase, fosfatado y aclarado con agua desmineralizada que asegura la eliminación de las partículas y una correcta adherencia para la aplicación posterior del polvo.

Las piezas bañadas son secadas mediante sopladores y una estufa de secado, lo que termina de preparar la pieza para la pintura.

Una vez seca la pieza, se realiza la impregnación de la pintura mediante un proceso de pintado electroestático gracias a un equipo de personas y robots que cubren las piezas con polvo en función de las micras deseadas por el cliente.

Tras esto, las piezas lacadas pasan a la última fase que es la polimerización. Esta fase se realiza en un horno de curado de 20 metros de longitud que trabaja a una temperatura media de 200º y provoca el total fundido y endurecimiento de la pintura sobre la pieza.

Tras la salida del horno, se realiza un exhaustivo control visual y de espesores mediante nuestros equipos de medición y nuestro personal, el cual descarga y embala las piezas según las especificaciones y acuerdos adoptados con nuestros clientes para asegurar que no existan daños durante el transporte.

También contamos con un horno estático para lacar piezas de grandes dimensiones y proyectos especiales de series cortas.